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El error que nunca debí cometer: mi experiencia con las drogas

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    Camila Juárez
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Puente de Madera

El inicio de mi adicción

Desde muy joven fui una persona muy curiosa y siempre buscaba nuevas experiencias y emociones fuertes. Por desgracia, esta actitud me llevó a cometer el error más grande de mi vida: probar drogas.

Recuerdo el día en que todo cambió. Tenía apenas 18 años y me encontraba en una fiesta con mis amigos más cercanos. Recuerdo sentirme emocionado y un poco nervioso cuando mi amigo me ofreció un porro de marihuana.

Al principio, estaba un poco escéptico sobre probarlo, pero mi curiosidad y la presión de mis amigos me llevaron a aceptar. La experiencia fue completamente nueva para mí. Sentí como si mi mente se expandiera y mis sentidos se agudizaran. Todo parecía más interesante, más emocionante.

En ese momento, no me di cuenta de lo peligroso que era lo que estaba haciendo. Pensé que solo estaba explorando mi lado rebelde y que no habría consecuencias a largo plazo. Pero pronto descubrí lo equivocado que estaba.

Después de esa primera vez, comencé a experimentar con drogas más fuertes. La sensación de euforia que me habían dado las drogas se convirtió en una necesidad, y cada vez me costaba más y más resistirme.

Mis amistades tóxicas

Mis amistades tóxicas

Cuando estaba en medio de mi adicción, mi círculo de amistades cambió drásticamente. Me alejé de amigos que no consumían drogas y comencé a relacionarme con personas que compartían mi mismo vicio. En este nuevo grupo, los apodos y los nombres de consumo eran comunes.

Recuerdo a "El Chino", un amigo que me presentó por primera vez a la marihuana. Él era una persona muy divertida y siempre estaba dispuesto a compartir sus drogas. Pero también era un mal ejemplo, ya que pasaba la mayor parte del tiempo drogado y no tenía ningún tipo de responsabilidad.

También estaba "El Gato", un amigo que siempre tenía algo que ofrecer. Era el que más experimentaba con diferentes tipos de drogas y no parecía tener ningún tipo de límite. Por otro lado, estaba "La Chela", una chica que solía ser muy callada y tímida, pero que cuando consumía drogas se volvía mucho más sociable y extrovertida.

En general, mis amistades durante mi época de consumo de drogas eran personas que no estaban interesadas en responsabilidades o en su futuro. Nos reuníamos en lugares donde podíamos fumar y drogarnos sin ser descubiertos, y nuestras conversaciones giraban en torno a la búsqueda de nuevas experiencias y sensaciones.

Ocultando mi adicción

Ocultar mi consumo de drogas fue una tarea difícil y constante en mi vida. Cuando comencé a experimentar con drogas, lo hacía en lugares donde sabía que no sería descubierto por mi familia, como en la casa de amigos o en fiestas nocturnas. Sin embargo, a medida que mi consumo se volvía más frecuente, se volvía más difícil esconderlo.

En casa, encontré maneras creativas de ocultar mi adicción. Solía encerrarme en el baño y fumar en silencio, echando el humo por la ventana para que no quedara ningún rastro. También guardaba mis drogas en lugares escondidos, como en una caja de zapatos debajo de mi cama o en una mochila que nunca utilizaba.

Pero a medida que mi adicción empeoraba, me di cuenta de que ya no podía mantenerla en secreto. Mi familia comenzó a notar cambios en mi comportamiento, como mi retraimiento y mi falta de interés en las actividades que solía disfrutar. Incluso empecé a tener problemas en el trabajo debido a mi falta de concentración y mi disminución en el rendimiento.

El descubrimiento y la decepción

El día en que mi familia descubrió mi adicción a las drogas fue uno de los más vergonzosos y dolorosos de mi vida. Todo sucedió cuando mi mamá entró en mi habitación buscando algo y encontró mis drogas escondidas en una caja debajo de mi cama. Fue un momento de shock y de desesperación en el que todo pareció detenerse.

En ese momento, no sabía qué decir ni cómo explicar mi situación. Me sentía atrapado y expuesto, y sabía que no había manera de ocultar mi adicción. Mi mamá estaba enojada y decepcionada, mientras que mi hermana de 13 años, que había entrado en la habitación después de mi mamá, me miraba con los ojos llenos de tristeza y desconcierto.

Fue una conversación difícil, en la que mi mamá me preguntó cómo había llegado a esa situación y por qué había estado escondiendo mi adicción. Me sentí abrumado y sin respuesta. Sabía que había decepcionado a mi familia y que había traicionado su confianza.

Pero lo peor fue ver la expresión en el rostro de mi hermana. Ella era la más joven de la familia y siempre me había admirado y seguido mis pasos. Verla así, con la mirada triste y decepcionada, fue un golpe muy duro para mí. Me di cuenta de que mi adicción no solo estaba afectando mi vida, sino también la de las personas que más quería.

Mis intentos fallidos de dejar las drogas

Después de eso dejé de drogarme, pero mi abstinencia solamente duró 8 días, era difícil dejar de consumir cuando las drogas estaban disponibles fácilmente y mis amigos estaban siempre induciendo a seguir consumiendo.

El ingreso a rehabilitación

La primera vez que mi familia intentó internarme en un centro de rehabilitación, yo estaba tan drogado y ebrio que no me di cuenta de lo que estaba sucediendo. Recuerdo haber estado en una fiesta toda la noche, consumiendo drogas y alcohol sin control. Me desperté al día siguiente encerrado en un lugar desconocido, sin tener idea de cómo había llegado allí.

Fue entonces cuando me di cuenta de que mi familia había tomado medidas drásticas para ayudarme. Habían contactado a un centro de rehabilitación y habían organizado todo para que yo ingresara en el programa de recuperación. Pero, debido a mi estado de ebriedad, no pude comprenderlo en ese momento.

Pasé los siguientes días en el centro de rehabilitación, en un estado de confusión y negación. No quería aceptar que tenía un problema con las drogas y me sentía atrapado en un lugar al que no había elegido ir. Pero, poco a poco, comencé a darme cuenta de que ese lugar era lo mejor para mí y que necesitaba ayuda para superar mi adicción.

La lucha por la sobriedad

Salir de la adicción a las drogas no es un proceso fácil, y todavía hoy lucho continuamente para no volver a caer en la tentación. La tentación sigue presente en mi vida, especialmente en situaciones de estrés o de ansiedad, pero he aprendido a resistir y a mantenerme firme en mi decisión de mantenerme limpio.

Una de las cosas más importantes que he aprendido es que el apoyo de mi familia es fundamental en este proceso. Ellos han estado ahí para mí desde el principio, y han sido mi roca en los momentos más difíciles. Gracias a su apoyo, he sido capaz de seguir adelante y de resistir las tentaciones.

Pero también he aprendido a ser honesto conmigo mismo y a reconocer las situaciones que pueden desencadenar una recaída. Por ejemplo, si sé que voy a estar en un lugar donde hay drogas o alcohol, trato de evitarlo o de estar rodeado de personas que puedan ayudarme a mantenerme sobrio. También trato de mantenerme ocupado y enfocado en actividades que me gustan y que me mantienen alejado de las drogas.

Otra cosa importante ha sido la terapia y los grupos de apoyo. Participar en reuniones con otras personas que han pasado por situaciones similares me ha ayudado a sentirme menos solo y a encontrar nuevas estrategias para lidiar con la tentación.

Manteniéndome sobrio y enfrentando el futuro

En general, mantenerme sobrio es una lucha diaria, pero una que vale la pena. He aprendido que es posible salir adelante y superar la adicción, pero se necesita un compromiso constante y el apoyo de las personas que más queremos.