Logo
Publicado en

El puente de madera: mi refugio de paz

Autor
  • avatar
    Nombre
    Camila Juárez
    Twitter
Puente de Madera

El puente de madera

Desde que era un niño, el puente de madera en una costa de España ha formado parte de mi vida. Crecí cerca de la playa y a menudo íbamos allí en familia. A veces jugábamos en la playa, otras veces caminábamos por el paseo marítimo, y siempre que podíamos, íbamos al puente.

Recuerdo que cuando era pequeño, el puente parecía enorme y misterioso. Me gustaba correr sobre él, sintiendo la madera crujir bajo mis pies. Miraba al mar desde arriba y me imaginaba que estaba volando.

Pero a medida que fui creciendo, mi relación con el puente cambió. Empecé a verlo como un lugar de refugio, un lugar donde podía estar solo y pensar. Cuando tenía problemas en la escuela o en casa, me iba al puente y me sentaba allí por horas, mirando el mar y pensando en todo.

No me quejo de mi niñez, pienso que soy muy afortunado al tener la vida que tengo y la madre que Dios me dio, pero a pesar de todo siempre ha habido una sensación de abandono en el aire. Mi padre nos dejó cuando yo era un niño, y aunque mi madre ha sido una gran madre soltera, a menudo me sentía incompleto sin él. A veces, mientras estaba sentado en el puente, miraba al horizonte y me preguntaba si mi padre estaría en algún lugar allí afuera, mirando hacia atrás y arrepintiéndose de habernos dejado.

Tuve buenas experiencias y buenos recuerdos con mi padre. Sin embargo, no todas las experiencias en mi vida han sido agradables. Recuerdo una vez que fui a pescar con mi padre. No sabía nada sobre la pesca, pero mi padre era un experto. Recuerdo que estábamos sentados en un bote durante horas, sin atrapar nada. Empecé a aburrirme y le pregunté a mi padre si podíamos ir a casa. Él me miró con desprecio y me dijo que no era un verdadero hombrecito si no podía soportar un poco de aburrimiento.

Esa experiencia siempre me ha molestado. Me hizo sentir como si nunca pudiera estar a la altura de las expectativas que mi padre tenía sobre mí.

El último recuerdo que tengo de mi padre antes de que me abandonara es un día en el parque. Recuerdo que él y yo estábamos jugando al fútbol juntos, y me estaba enseñando cómo patear el balón con fuerza. Estaba tan emocionado de pasar tiempo con él, porque no lo veía a menudo.

El abandono de mi padre

Pero luego, unos días después, todo cambió. Mi padre desapareció sin dejar rastro. Recuerdo estar en casa con mi madre, preguntándole cuándo volvería mi padre. Ella no tenía respuestas para mí, solo lágrimas en los ojos.

Fue una experiencia muy traumática para mí. Tenía alrededor de diez años en ese momento, y no entendía por qué mi padre me había dejado. Sentía que era mi culpa, que tal vez no había sido lo suficientemente bueno para él. Pero con el tiempo, aprendí que no tenía nada que ver conmigo. Fue una decisión que mi padre tomó por su cuenta, y no había nada que yo pudiera hacer al respecto.

A medida que fui creciendo, aprendí a lidiar con la pérdida de mi padre. Aprendí que no necesitaba su aprobación para ser feliz, y que podía encontrar amor y apoyo en otros lugares.

Después de que mi padre nos abandonara, tuve muchas preguntas para mi madre. Quería saber por qué mi padre nos había dejado, y si volvería algún día. Pero mi madre no tenía respuestas para mí. Todo lo que podía decir era que mi padre había tomado su propia decisión y que no había nada que ella pudiera hacer al respecto.

Al principio, estaba muy enojado con mi madre por no tener respuestas para mí. Pensé que ella estaba ocultando algo, que tal vez ella había hecho algo para hacer que mi padre se fuera. A medida que fui creciendo, seguí haciéndole preguntas a mi madre sobre mi padre. Quería saber más sobre él, sobre su vida y sus intereses. Pero también me di cuenta de que no era justo poner a mi madre en una posición incómoda. Ella había pasado por mucho después del abandono de mi padre, y no quería revivir esos momentos dolorosos.

Con el tiempo, aprendí a aceptar que algunas preguntas no tienen respuestas. Aprendí a aceptar que mi padre nos dejó por su propia elección, y que no tenía control sobre ello. Me di cuenta de que no podía vivir pensando en lo que podría haber sido. Tenía que aceptar la situación tal como era y encontrar la felicidad donde pudiera. Así que empecé a ver el puente como un lugar de esperanza, un lugar donde podía estar en paz con mi pasado y mirar hacia un futuro brillante.

El puente como refugio y lugar de conexión con la naturaleza

Y así es como, incluso ahora como adulto, el puente sigue siendo un lugar importante para mí. Todavía voy allí cuando necesito un poco de tiempo para pensar, pero ahora también voy allí cuando quiero recordar los buenos tiempos de mi infancia. El puente ha sido un lugar de familia, un lugar de esperanza y un lugar de reflexión. Y me hace darme cuenta de que todos necesitamos un lugar así en nuestras vidas, un lugar donde podamos sentirnos en paz y conectados con el mundo que nos rodea.

Es fácil sentirse perdido en este mundo, especialmente cuando pasamos tanto tiempo en el ajetreo y el bullicio de la vida cotidiana. Pero cuando estoy en el puente, siento que estoy en el lugar correcto. Siento que estoy conectado con la naturaleza, el mar y todo lo que es importante para mí. Creo que todos necesitamos encontrar ese lugar especial en nuestras vidas. Puede ser cualquier cosa, desde un parque tranquilo hasta una playa remota. Lo importante es que sea un lugar donde podamos encontrar paz y ser nosotros mismos.